Por una Ley de Tránsito realmente efectiva
Publicado el domingo, 25 de junio de 2006 @ por AnónimoSigo con las viejas descargas. Esto es de septiembre de 2004, pero mi ventana que da a la esquina Candilito de la avenida Urdaneta me dice que nada ha cambiado... bueno, sí. Si cabe, todo el caos y la anarquía que me inspiraron en su momento se han elevado al grado 10, insanía mental.
No hace mucho se modificó la normativa de tránsito en nuestro país. La prensa en ese entonces detalló en miles de centímetros/col los cambios profundos que se darían con su aprobación, y enumeró las terribles consecuencias que le esperaban al infractor.
¿Algo cambió? A lo mejor por unos días, en algunas avenidas e intersecciones, mientras se enfriaba el tema. Poco después volvíamos, gracias a Dios y a la inercia, al caos histérico nuestro de cada día: definitivamente, pasar el suiche cerebral del caraqueño promedio del modo "mula mañada" al modo "ciudadano" requiere medidas más fuertes y definitivas.
La Ley aquí no la obedece nadie por el bien común, "para construir un mejor país" ni por ninguna de esas pajas mentales tan de cuña institucional. La ley tiene peso si romperla tiene un costo alto. La efectividad de una norma, está visto, se define por una sola palabra: sanción.
Lo que propongo, entonces, es variar un poco la aplicación de castigos a quienes infrinjan las normas de circulación. Y ya que lo que nos interesa resolver aquí es el caos del tránsito, obviaremos la creación de conciencia ciudadana y nos limitaremos a canalizar para nuestro beneficio el instinto asesino que se apodera de cuanto ser pensante requiera salir a la calle, a pie o en carro.
Enumero pues, las premisas básicas del nuevo cuerpo de leyes:
- El castigo al infractor debe provenir del afectado. Así se asegura, gracias al ángel vengador que todos llevamos dentro, que el culpable reciba escarmiento inmediatamente y en proporción a su falta (bueno, probablemente en proporción mayor, pero es que la venganza es así).
- Puesto que la infracción debe significar costo inmediato para el infractor, y considerando los inconvenientes de que la víctima intente cobrar en dinero la falta, debe entonces hacerse legal, públicamente apoyado y socialmente celebrado agredir físicamente al infractor (o a su vehículo, dado el caso) capturado in fraganti.
La Ley de la Selva, pues. ¿Y no es ya una jungla Caracas, dirá el lector, con el tráfico como está? En realidad, no. Actualmente hay una especie de desequilibrio ecológico, por sobrepoblación de algunas especies dañinas como hienas (camioneteros con corneta de buque trasatlántico), plagas (peatones descerebrados) y parásitos (fiscales matraqueros). Lo que se logra al tomar en cuenta las consideraciones anteriores no es más que el equilibrio, la autorregulación. Algunas especies se comen a otras, hay violencia y sangre, pero al final todas ocupan su justo puesto.
Vayan algunos ejemplos para ilustrar la nueva realidad que ya puedo imaginarme:
- El taxi (siempre es un taxi) que se para justo encima del rayado peatonal cuando la luz roja debió detenerlo metros antes (la luz amarilla es sólo una variación de la verde para los taxistas), debe ser pronta víctima de patadas, escupitajos y rayonazos con objetos metálicos de parte de quienes se disponían a cruzar, hasta que corrija su posición.
- El peatón que juzgue imprescindible bajarse de la camionetica exactamente en la puerta de su edificio, obviando que faltan 20 metros para la parada y que está circulando por el canal izquierdo de la avenida ("canal rápido" es una denominación vestigial), automáticamente tiene que convertirse en codiciado blanco móvil para motorizados. Puntos extra si es una señora que previamente lanzó adelante a sus tres carajitos mientras pagaba. Bono por grupitos de liceístas abrazadas y carcajeantes toreando carros por joder a mitad de cuadra.
- Al camionetero que tras superar una intersección lanza sus vehículo contra la esquina (y contra el culo de otra camioneta, por lo general), para capturar de primero a dos pasajeritos parados allí, garantizando con ello que estará bloqueando el paso de gente y carros tan pronto cambie el semáforo... no sabría qué acción tomar. Supongo que incendiar la unidad y crucificar al chofer (cuya licencia, ya sabemos, fue cortesía de Kellogg’s) estaría bien, pero queda a juicio de los afectados. Lo de la crucifixión es especialmente apropiado por cuanto a los lados del cristo, y cual bíblicos ladrones, se podría disponer a los dos miserables peatones que no podían caminar un poco más allá de la esquina hasta la parada.
- A cornetazo estridente, oportuno puñetazo. Si la corneta es de esas de buque, el coñazo es con un bate o cabilla. Al vidrio delantero del vehículo, que tampoco necesitamos regar de cadáveres de camioneteros la vía pública para dejar claro el punto. Las armas justicieras deberán estar convenientemente dispuestas en los semáforos, o en esas torrecitas que hay en algunas islas y que, según la leyenda, acogían a los fiscales en otras épocas.
Y así. No es necesario reglamentar todas las situaciones: las especies de nuestra nueva selva evolucionarán y crearán mecanismos de acuerdo a cada amenaza. La creatividad jugará un papel importante en esto. Tal vez una urbanización encuentre una solución para erradicar de su cuadra a voceadores borrachos (¡Petare, Petare, quedan puestos! ¡Panita, dale pa’lante! ¡Señora, Andrés Bello la que viene aquí!), otro grupo lidiará a su manera con la mami que agita su manito, así, y se para sobre sus tacones en medio de la Urdaneta a preguntar (¿informar?) su tarifa a un taxista (¿ven? Siempre es un taxista) que por no orillarse hace un trancón de tres cuadras en un minuto...
Yo le daría mi humilde aprobación a la normativa de tránsito que propones. Va con la personalidad anárquica de esta ciudad y suscitaría otra de esas miradas de inteligencia cortesía de Roy.
Qx....por que no te lanzas a algún carguito? aprobamos la ley y vemos que pasa!!! Chamo esta buenísimo...a lo mejor tomo tu escrito para colocarlo en otro blog (claro con derecho de autor) porque en serio que esta estupendo...
Un abrazo hermano