¡Hola... desconocido!

¿Alguna vez se han preguntado por qué uno —así, de buenas a primeras— saluda a alguien a quien sólo conocen de vista, cuando se lo consigue por casualidad en otro sitio ajeno al sitio de donde siempre lo ve?

No sé si les sucede como a mí. Pero suele ser, bueno... entre gracioso y embarazoso. Puede tratarse de un vecino de calle que te cruzas siempre en tu camino a casa. O alguno de esos cuatro amanecidos que esperan el Metro siempre a la misma hora contigo. Una vendedora o un vigilante que ves todas las veces que vas a casa de tu mamá. La clave está en que, primero, el encuentro sea más o menos regular; segundo, que sea tan fugaz e impreciso que nunca haya mediado más que una mirada, tal vez medio incómoda, de reconocimiento.

Entonces estás un día en otro lugar —el último donde recuerdo que me haya ocurrido, por ejemplo, es la playa— y te cruzas con dicha persona de nuevo. ¡Y la saludas, o te saluda!

Uno de repente se siente como un actor entre escenas: se supone que tu personaje y el del otro actor (los que interpretan cuando se ven, en el lugar de siempre) no se conocen. O no deben conocerse, según el guión. Tal vez los dos son extras. Pero ahora, extraídos de la "escena", son un par de colegas. ¿Qué tal, cómo va el trabajo?, se pueden decir tal vez. ¿Cuándo entramos de nuevo al plató?, tienes ganas de preguntarle; pero usualmente, si hay conversación, es ligera e impersonal. De cortesía. Inocua, salvo quizá por una dramática consecuencia: ya no serán desconocidos en el próximo encuentro regular. Los personajes se conocen en la próxima escena.

Otra perspectiva: tal vez, al menos en algunas de esas ocasiones, lo que ocurre es una reacción medio involuntaria, natural, que tienes cuando ves una cara conocida en un ambiente lleno de anónimos. Mientras tu cerebro intenta poner esa cara en su contexto usual, el momento se te abalanza encima y de repente ya has saludado, de lo más fresco, al portador del rostro, cuando caes en cuenta: ¡pero si a este no lo conozco, sólo lo veo de vez en cuando! En fin... quedarás como un tipo amigable, o como un "salido" para algunos, y entonces nada cambia en "la otra" película: siguen siendo dos extras. Cobrando mínimo.

Pero esta segunda explicación encierra el peligro de que, una vez recuerdes de dónde conoces al saludado, te des cuenta de que... ¡es un indeseable! Una ex que te odia, un cliente con el que discutiste acaloradamente, un imbécil de tu oficina que se cree la gran cosota o que jura que tú te crees la gran cosota. La idiota que no quiso bailar contigo en el cumpleaños de tu tía. Alguien, en definitiva, a quien no soportas y no saludarías en su natural contexto...

Escribiendo para mi otro blog una descarga sobre la gente que no saluda, aludía a uno de esos maleducados y malencarados, un mensajero de mi trabajo, cuando me acordé que precisamente con él me sucedió algo así... ¡No te responde un saludo ni que le pises los callos al pasar! Pero un sábado nos cruzamos por la plaza, cerca de donde vivo —andaba él, por cierto, aparejado; tal vez eso influyó— y se sonríe y me saluda como un pana de toda la vida... ¡¿Qué pasó aquí!? me pregunté, clavado donde estaba. ¿Será algo en las condiciones en que normalmente nos vemos? ¿Protocolos distintos, un cambio climático, se acerca el fin del mundo tal como lo conocemos? ¿Andaba feliz, drogado, o luciéndose con la costilla? No... lo fui comprendiendo de regreso a casa: tuvo una de esas lentas reacciones cerebrales... el momento se le abalanzó encima y, cuando ya me había saludado, pues sólo entonces... ¡Je, je, je!

Pero yo, tranquilo: en esta película de la rutina, nuestros personajes siguen siendo "Tipo que pasa del ascensor al pasillo #1" y "Mensajero que a veces está en los ascensores #3"...

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No leerla de noche y por partes

Tengo últimamente una especie de problema de fijación, tal vez exacerbado por la manera espasmódica moderna de leer y de ver —revistas y blogs, videoclips y noticieros— que hace que pierda la atención ante un argumento demasiado largo, o demasiado complicado, sobre todo si no lo logro resolver en unas pocas sesiones. Cuando me embarco en una labor de lectura de largo aliento (descubro un blog buenísimo con bastantes entradas antiguas, agarro un sesudo artículo en una revista), trato con toda mi alma de cepillarme todo lo que pueda ahí y en ese momento. De no hacer esto, el interesante contenido corre el riesgo de caer en la pavorosa cola de pendientes de la que quién sabe cuándo saldrá.
Esto es un inconveniente cuando el tiempo que tienes para leer es un rato cada noche, y durante ese rato te da sueño a las pocas páginas.

Así que quizás ese problema fue lo que me hizo no disfrutar plenamente de esta novela que compré en diciembre, Lunar Park de Bret Easton Ellis.
Un argumento que me capturó en un primer momento revisando la cubierta en Nacho, y que me mantuvo interesado con sus primeros capítulos ya en casa, se me fue perdiendo entre situaciones a veces reales y a veces oníricas (en la trama y en la realidad: a veces no sabía si estaba leyendo o me había quedado dormido), muy calmadas y explicadas, que me parece que hicieron perder fuerza a la historia en general.
O tal vez esa historia original se fue por derroteros para mí difíciles de seguir. Los primeros capítulos, de hecho los que me tenían atento, esbozan una autobiografía casi totalmente real. Allí es donde Ellis se dibuja en toda su decadente gloria, y hace un repaso por lo que configura su vida actual: fiestas donde circulan las drogas y los contactos famosos o millonarios, alumnas de su clase, una de las cuales es su amante, una esposa actriz desconectada e histérica, un hijo que lo llama Bret y una hija que insiste en que su muñeco de peluche ha cobrado vida. Y una novela que está escribiendo.
Cuando se desencadena todo el meollo de la novela es cuando empiezo a perderme. Comienzan a desaparecer muchachos de la edad de su hijo. Ocurre una serie de asesinatos escalofriantemente parecidos a los que describe él mismo en su American Psycho. Lo ronda un sujeto a imagen y semejanza de su Patrick Bateman, a bordo de un Mercedes como el que tenía su padre, con quien nunca se comunicó del todo bien y que ahora después de muerto parece enviarle mensajes de múltiples y sutiles formas. Su casa empieza a mutar y parecerse a la que habitaba cuando niño. Su perro lo odia, la esposa lo lleva a terapia matrimonial, lo persigue un peluche asesino.
Todo se sucede en diferentes planos de realidad, o en lo que parece ser interpretaciones distintas de la misma realidad, sea que se haga bajo un estado de drogadicción avanzada, o en sueños, o bajo una paranoia que que debe resolverse poniendo claros ciertos asuntos del pasado. Su pasado real y los pasados de sus ficciones.

Y es ahí donde quizá juega un papel importante leer esta novela en un estado de concentración definitivamente distinto al que yo le otorgué. Detalles que pueden haber sido considerados la clave con la que descifrar situaciones posteriores, se me escapan. Los domésticos misterios develándose en una suerte de pasmoso suspenso se me hacían más bien efectistas. Y mezclar los distintos estados de conciencia del autor, del protagonista y los míos —en los que predominaba un cálido duermevela— ya fue demasiado: no ayudaba. Para cuando desenlaza el gran problema existencial de Easton Ellis con su pasado, ya casi no me importaba...

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¿Lo reconocen?

©Warner-Bros Pictures

Y cómo no...
Pues es la versión para el cine del Mach 5, el famoso vehículo del inefable Meteoro, cuyas aventuras ya empiezan a preproducir nada menos que los hermanos Wachowski en Berlín esta semana. La película Speed Racer se estrenará en mayo de 2008. La Christina Ricci será Trixie (es igualiiiita), ¡y el carajo que hace de Jack en Lost es Rex, el hermano de Meteoro!
Así que hay que esperar una puesta en escena alucinante y unos efectos más allá de todo pronóstico de estos fritos que parieron Matrix... aunque han dicho que esperan hacer una película cálida, familiar, para todo público (si hasta Jonh Goodman aparece). Veremos.
Sinceramente, ya no quedan sino unos pocos shows de TV y alguno que otro cómic no depredado por el cine... ¿¡Dios, no hay nada sagrado!? ¿Qué viene después? ¿Maguila Gorila vs. Terminator? ¿Lorenzo y Pepita, la película? ¿Condorito I: The beginning?
Sólo esperemos que no desvirtúen la historia que recordamos, y resuelvan el gran misterio que siempre reinó en la serie: ¿cuándo se enterará Meteoro que su hermano... ¿qué tanto hacían Chispita y el mono en la maleta del carro?

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