Sin Nombre: huyamos de nosotros mismos

De las "películas raras" que le pido me muestre al vendedor de quemaítos de por mi casa, salió esta, Sin Nombre, de la que había leído hace unos meses en Cinematical.

¿Cuál es la historia? Debe haber miles en esa herida supurante que es la emigración ilegal desde Latinoamérica hacia Estados Unidos por la frontera mexicana; Sin Nombre, especie de road movie a lomo de tren de carga, mezcla como por accidente dos.

Sayra es una joven hondureña que se une en el viaje al Norte a su tío y su papá, quien ya tiene una familia nueva esperándole en New Jersey. No son un modelo de familia, pero la necesidad es una extraña forma de juntar voluntad y de sacar ganas. La chica no cree que tenga un "futuro" donde está, así que puede decidir en el camino si le sirve inventarse uno a caballo sobre la esperanza del nuevo comienzo de su casi ajeno progenitor.

Cásper, o Willy, es un parco joven mexicano que ha cometido errores. Vive en la violencia, a la sombra de la temible Mara Salvatrucha, familia adoptiva en la que cree cada vez un poco menos a pesar de tener aún la "entereza" para tutelar a un crío ansioso por pertenecer a la sangrienta clica. Un amor descarrila su fidelidad el mínimo suficiente para que su mundo pierda el eje, y de repente el tren que se mueve es lo que más se parece al futuro, es lo que al menos parece alejarlo un poco de las malas decisiones, de la venganza jurada, del pasado que no se quita como tampoco la lágrima tatuada saliendo de su ojo izquierdo.

El fortuito encuentro entre estos dos abre un pequeño resquicio de sentido, solidaridad, confianza y descubrimiento a un cuento de huida que destila fatalidad, desesperanza, anomia. Por momentos, uno puede jurar que el tren llegará a alguna parte. Que el viaje tiene sentido.

El recorrido, excelentemente fotografiado y musicalizado, es un fresco del mundillo creado en torno al recorrido hacia el Norte y de las economías que coexisten con el fenómeno: los campamentos de gente esperando el tren, los tinglados que ofrecen descanso y comida en los pueblos que se van dejando atrás, el terror de "la migra" (policía aduanal), las turbas de niños que corren saludando a los migrantes, acá lanzándoles comida, allá atacándolos a piedras.

Me dio un poco de risa el español hablado con tanto dialecto de pueblo o de pandillas que a ratos es hasta esclarecedor leer los subtítulos en inglés...

Sin Nombre es una historia que se siente real. Sin demasiado postura o melodrama, una épica menor que quizá se repite con todas las variaciones posibles ante los ojos de unos cuantos pueblos, gobiernos, países que rodean a las naciones ricas, las que significan para tanta gente la oportunidad de redención, de futuro.

La peli, investigué hoy, resulta ser el debut como director de un Sr. Cary Fukunaga, y su gran calidad hizo olas en el Festival de Sundance este año. Aparecen en la nómina de productores ejecutivos del film nada menos que Gael García Bernal y Diego Luna.

Búscala, a falta de un circuito que pase películas "raras" en Caracas, en tu vendedor pirata de confianza.

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