Pequeño cuento de horror

Un día, cuando visitó por cualquier razón el sótano donde estaba Seguridad, reconoció en uno de los tantos monitores de vigilancia un paisaje cotidiano: el interior del ascensor que a diario tomaba —generalmente solo, o hasta ese momento así lo creyó— para subir a su oficina. "Hay cámaras tras el espejo", articuló en su mente, inundada de repente por un flash de entendimiento y vergüenza, un enceguedor flash que también pareció hacer brillar por un segundo los risueños y esquivos ojos de los vigilantes, y tal vez un poco los dientes en sus disimuladas sonrisas.
Imagen original de tizzle/Tijs Teulings.

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Desde el cel

Me caigo a SMS con cualquiera: practico la promiscuidad textual.

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