Un alucinado viaje a la ciudad

Ya no recuerdo si esta curiosa novela la obtuve en ese cambalache de libros tan sabroso que organizó la gente de R.E.Lectura hace poco —del que pesqué como quince libros para mi interminable lista de pendientes, en la que aún reposan ¡doce!— o la compré, con algo de curiosidad tras leer su contratapa, en esa vieja librería de Unicentro mudada a nuevo local y atendida por el menos que simpático hijo de la dueña de toda la vida (¿dos por el precio de uno? sí. ¿y el par es sólo con estos dos? porque de este autor no sé nada, la verdad... bueno, si te parece me pagas los dos y te llevas sólo el que te gusta...).

Y ya solté dos veces la palabra: curiosa, curiosidad. ¿Qué me produjo curiosidad? El propio autor habla de su obra diciendo que "está construida como una ciudad, (...) las historias son barrios, los personajes son calles. Lo demás es tiempo que pasa, ganas de vagabundear y necesidad de mirar."

Como quiera que tengo cierta debilidad por esos experimentos en estructura narrativa, comencé a leer City, de Alessandro Baricco, una noche en el calor de Higuerote. "Hasta que me dé sueño," pensé, pero una hora y media después me había atrapado en un sinfín de recovecos, vueltas y situaciones que me hicieron olvidar la intención de dormir.

En honor a la verdad nunca hubiese, sin la ayuda del autor, asociado la estructura del libro a la de una urbe —dije que era aficionado a esos ejercicios, no un experto reconociéndolos— pero ciertamente no hay un cuento lineal y único en City. Un par de personajes nada ordinarios, el niño genio Gould y su ama o cuidadora, Shatzy Shell, sirve como hilo conductor de (o, acogiendo la alegoría, como barrios céntricos o principales avenidas desde los cuales partir a) una abigarrada y alucinada colección de increíbles historias e insólitos seres que pueden a veces suplantar la identidad de aquéllos dos, o sólo servir de etéreos vehículos para las más peregrinas ideas.

Gould tiene trece años y dos amigos ¿imaginarios?, Diesel y Poomerang: un gigante de dos metros cuarenta y siete y un chico mudo con corte al rape. Vive solo, asiste a la Universidad y se comunica por teléfono con su padre, un ausente General. Shatzy tiene un extraño pasado, una vocación imparable para hablar y dos retratos enmarcados: los de Eva Braun y Walt Disney.

Dos historias viven paralelas a la de estos dos —como si con esos resumés fuese a faltar argumento. Una de boxeo, y más precisamente del género del boxeo narrado por radio, que se sucede sólo cuando Gould está... en el baño. La otra es un western ("¿una película, un libro, un cómic? ¿qué es? Es un western) que recita Shatzy desde los seis años de edad a una grabadora que siempre la acompaña. Y debo decir que, a pesar de no tener una especial predilección por estos dos géneros o temáticas, cada vez que de una página a otra (o en una violenta vuelta de esquina o cruce de semáforo, o salida del Metro, sigamos con la imagen, que aquí sí veo más ajustada a la verdad) aparecía la épica a puños de Larry "Lawyer" Gorman o la saga del pueblo vaquero de Closingtown, me he visto atrapado por un suspenso magistral, por un ritmo trepidante y distinto, por escenas de una belleza narrativa envidiable construidas a veces de la nada en tres o cuatro frases precisas. He llegado, pues, a barrios desconocidos y memorables; a sitios que nunca habría visitado y que me dejaron un sabor de extraña riqueza en la boca.

Y no es porque, ya lo decía, Gould y Shatzy no tuvieran lo suyo. A pesar de que la ayudanta piensa que un niño debería hacer cosas de niño, el pequeño Gould es candidato al Nóbel, de acuerdo a la prueba que a los seis años le hiciesen cinco profesores; veintisiete le dan clases ahora, a cada cual más excéntrico y dado a teorías fantásticas: Mondrian Kilroy, por ejemplo, estudia el impacto de los objetos curvos sobre la red perceptiva del hombre. En un cuadro de Monet ve la evidencia de la nada. Llora y vomita de acuerdo a la evolución de sus teorías.

Cuando iba a mitad de esta novela, me preguntaba cómo la clasificaría, de tener que hacerlo. ¿Fantasía? Mmm, tal vez no: quienes en ella habitan, si bien poco comunes, son reales; no hay seres mitológicos, poderes o hechizos. ¿Realismo mágico? No sé... Luego una búsqueda con Google (sobre todo para encontrar la portada que ilustrara esto; hay por cierto ediciones bellísimas en otros idiomas) me arrojó críticas y reseñas en la que una palabra aparecía una y otra vez: onírico. ¿Onírico? Mmm... Click. Aunque no podría decir con seguridad que conozca otra obra literaria calificada como tal y con la cual comparar City, ahora que escribo esto puedo ver una similitud entre esa filigrana a veces desquiciante pero siempre delicada de los diálogos de Baricco (que casi puedo imaginar en italiano) y las conversaciones entre Joel y Clementine en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004), donde una especie de duermevela en off hila unas imágenes irreales, dolorosamente bellas. Y debe haber, realmente, algo de onírico en conjurar la imagen de un niño ahora acompañado de un gigante y un calvo tomados de la mano al borde de un campo de fútbol haciendo preguntas de arbitraje a un enigmático profesor, ahora asociando el hipnótico ritmo de un solitario encestador negro al recorrido que una idea en forma de pregunta hace dentro de la cabeza.

En todo caso, fue una grata sorpresa toparme con esta bella y loca novela; espiando un poco más esas críticas googleadas, encuentro que parece haber un consenso sobre que esta no es la mejor obra de Baricco: habrá que capturar las demás. Ahora, a ver por dónde comienzo a socavar un poco esa torre de doce o más pendientes... ¡Dilbert Principle, allá voy!

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Nothing ever happens...

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Aquí hay fuerza... La fuerza de la costumbre

Bueno, veamos... El abandono al que Dicequiquex está sometido últimamente puede tener su origen en múltiples factores. Ninguno de los cuales, me prometí alguna vez, ventilaría aquí nunca.

Now: ¿Qué sutiles efectos, además de los ya rimbombantemente anunciados por el banco central —así, con minúsculas de oficinita auxiliar— tendrá en nuestro día a día el cambio de moneda?

Y vuelta con el temita...

No quiero ser obsesivo (para eso tengo el otro blog), pero ayer cuando mi mamá contaba del aspecto huevofritesco que adquirieron sus ojos al ver el monto de su cheque de jubilación, hace unas cuantos periodos presidenciales de los de antes, yo lo que recordaba era su expresión incrédula entrando a casa y gritando: "¡¡Soy millonaria!!"

Desde luego que todos ahora sabemos que ser millonario en estos días equivale a poco menos que nada ordinario. Y esa es una de las cosas que cambiará, o mejor dicho, volverá a tener significado en nuestras coordenadas espaciotemporales. Ser "millonario" con los bolívares fuertes volverá a ser, nunca mejor dicho, cosa de millonarios.

Y por ahí se me fue la imaginación. Expresiones de uso común tendrán que recibir un lifting o en el peor de los casos un total reemplazo:

- La milonga o el lucas cogerán el camino del marrón y la orquídea: recuerdos de un ayeeer, que fueee pasioooón...

- El palo (o melón) pueden seguir llamándose así... sólo que no los usaremos tanto. Gastarse tres palos en un fin ya será hazaña de gente que, francamente, no conozco.

- Habrá que ser comedido al piropear: no a cualquiera se le puede decir que es uno/a en un millón... Suspicacias en la punta de la lengua: ajá, pero de los actuales o de los fuertes?

- Niños y niñas: les tengo una canción que cantaba su abuela. Y dice: Con realymedio, con realymedio, con realymedio compré un chivito... No sé si un chivo, pero algo se podrá adquirir (a ver... ¿algo de Bs. 750 de ahorita? Mmm... Tá difícil. Dos cuerpos del periódico, tal vez, o un vasito de café pequeño por la mitad)

- ¡Un bolivita ahí! adquiere una flamante actualización en el argot pedigüeñil. Ojo con los que usan la matraca: pordioseros, limpiavidrios de esquina, hijos adolescentes.

Rescataremos, en fin, tantas expresiones: usaremos excusas que no valen ni un centavo, nos invitarán a fiestas en las que gozaremos un puyero otra vez, haremos arriesgadas apuestas de fuertes contra locha, a media quincena será común no tener ni medio... ¡Y ya podemos, incluso, volver a traicionar a alguien por unas monedas!

* * *

¿Pero por qué parar en las expresiones monetarias? Ya en prensa muchos anunciantes adelantaron hace semanas la publicación dual de precios bs./bs. efe. Pero otras cifras se veían en comparación anormalmente gordas, de suerte que que pregunté a un amigo:

—Oye, ¿no deberían poner la potencia de este aire acondicionado en BTU Fuertes?

Así que a quitar tres ceros a donde los vean. Simplificamos de paso muchas otras cositas por ahí. A ver:

- Avisos clasificados: prefiero un carro con un kilometraje bajo; digamos, unos 158 km F.
- Discusiones: "¡Pero hasta cuándo! ¡Ya te lo he dicho una vez Fuerte!"
- Estadísticas más tranquilizadoras: "En Caracas hubo apenas 0,13 asesinatos Fuertes este domingo".

Se oyen otras sugerencias. Apúrense, que tenemos sólo tres meses.

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2008: media hora antes, tres ceros menos

Ayer se formó donde trabajo una gallera en la hora del almuerzo con el asunto ese del cambio de huso horario oficial para nuestro país. ¿Cómo es la cosa por fin? era la pregunta más repetida, en la mismísima oficina que revisa todos los periódicos matutinos caraqueños como parte de su rutina.

La confusión tomó la vía de distintas situaciones hipotéticas. Cómodas: ¿O sea que ahora nos vamos a levantar más tarde? ¿Voy a dormir más? Desesperanzadas: ¡Ay, yo no sé, eso va a ser un problema grandísimo! Laborales: ¿Y el horario de trabajo cómo queda? ¿Salimos a las cuatro? Abiertamente hostiles: ¿Y esa gente tiene derecho a hacer eso? La verdad es que este gobierno...

El concepto de que la hora oficial, el cambio en sí, se ejecutaría una sola vez, fue difícil de colar (¿Una vez? ¿Y después vuelve a lo mismo?). No quise imaginarme el desorden si sufriéramos lo que en otras latitudes ya se toman como rutina, el DST o Daylight Saving Time que acomoda para adelante y para atrás los relojes en no sé cuál cambio de estación, todos los años (me tocó estando en Barcelona de vacaciones este año. En el noticiero lo despacharon con un simple recuerde mañana cuando se levante adelantar su reloj una hora).

La joda se extendió más allá por ser el cambio propuesto coincidente con el fin de año. A las doce de la noche, entonces, se atrasa el reloj media hora. ¡Entonces aún no son las doce! ¿Cuándo carajo nos damos el feliz año? Y más importante: cuándo faltan, realmente, cinco pa' las doce? Aurelio vió la oportunidad de negocios: ¡Yo no sé, voy a poner en venta el tema Faltan treintaicinco pa' las doce, como el tema oficial de este año! Yo, más modesto, sólo le lancé la oportunidad a los DJ: mezclar el tema clásico por media hora, de suerte que sonara: faltan cinco pa' las... cinco pa' las... cinco pa' las... (quien diga "o con un disco rayado," busque su cédula en el piso, por favor) y así hasta que se cumpla el lapso adecuado. Ciertamente si hacía falta un elemento más que añadir a las bochincheras reuniones de diciembre, nos han servido este en bandeja de plata...

Ya más puestos a ver el cambio en sí, a mí lo que me jode un poco es que sea una modificación ahí a medias, rara, que nos deja en el incómodo escalón de "-4:30 GMT" si es que tal cosa existe. También me parece que si se corre la hora más hacia el oeste, el día —el día solar, digamos— comienza entonces treinta minutos antes, logrando el efecto del que hablaba el ministro (la gente se levantará de día y no en lo oscuro para ir a su trabajo o a clases), pero también se nos acorta al final de la tarde. ¿Eso no es más bien malo? ¿Que ahora comience a oscurecer media hora antes? Si ya las cosas están para encerrarse en casa cuando dan las siete u ocho de la noche, imagínense cuando el sol se oculte pasando las cinco y media (y hacia finales de año será incluso antes, recuérdenlo)... ¿Quién quiere a la gente metida en su casa tan temprano, las calles abandonadas a los malvivientes? Tal vez a Gómez le parecía muy bueno, pero la verdá... Wait...

* * *
En fin. Después todo se complicó más. Como he estado haciendo frecuentemente durante ese rato muerto del mediodía, solté un comentario (Y ya subieron El Nacional del domingo a uno ochenta...) acerca del cambio de moneda, que también ocurrirá cuando muera 2007.

En esto sí que casi todos los flojos para sacar cuentas están resignados a perder dinero mientras se acostumbran. O al menos a dejar de comprar en esos primeros días, salvo lo que marque montos enteros o lo que sepan cuánto cuesta exactamente. Yo les digo que con los tres meses de doble marcaje de precios a finales de este año tendrán suficiente práctica, pero entonces cuando alguno dice O sea que ahora pago en el carrito diez bolos, ¿no? lo pienso mejor... ¿Me meto a camionetero?

El problema es que hay una amplia parte de la población que conoció, en cuanto a la moneda anterior, cuando mucho el fuerte y el bolívar, si acaso el real por referencias. Los más viejitos tendrán dificultad, dada la edad, para sacar cuentas, pero al menos ellos sí negociaron con reales, medios, puyas e incluso lochas. Los decimales no serán problema, aunque tendrán que estirar ese músculo largamente atrofiado. ¿Pero los que rondan la adolescencia, la veintena de años? Las monedas actuales no les ayudan, porque de la de 50 para abajo la usan poco o nada, y aún así se trata de bolívares enteros. De la coma hacia la derecha hay para ellos un territorio inhóspito, inexplorado (y con la perla de sistema educativo actual...)

* * *
Que va a estar buena la cosa, digo yo. Tremendo principio de 2008: la confusión contando sencillito, los abusadores con los vueltos, los vivos haciendo negocio... aderezado con los que creen que van a dormir más, los que olvidaron atrasar el reloj, los choros sueltos antes de las seis... Eso sí: los niños aliviaditos porque se levantarán para ir al colegio de día... Sin duda le quitará a esos primeros días de enero, que son al año lo que el domingo por la tarde a la semana, el típico sopor y aburrimiento que siempre lo ha caracterizado. Interesting days, ahead of us...

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Ese futuro nos alcanzó


¿Recuerdan esas películas y series de televisión ambientadas en el futuro, de oscuro tinte post-apocalíptico, en las que la tecnología es tan avanzada que puede verse en los recónditos callejones y covachas de los rebeldes —siempre hay rebeldes— aparatos despanzurrados, restos de inentendible complejidad, basura con cablecitos y bombillitos?

Casi siempre el protagonista podía echar un ojo durante un apuro y, recogiendo aquí y armando allá, podía poner a funcionar una combinación de esas partes desechadas, creando bien sea el arma que lo defendería de quien le estaba persiguiendo, o el transmisor que comunicaría a sus salvadores su ubicación precisa, o la parte electrónica que hacía falta para que la nave interplanetaria accidentada recuperara la chispa suficiente para el arranque hacia la salvación.

¿Hemos llegado a esa fase de la civilización? Hombre, tanto así no, pero vamos por buen camino. Al menos por mi casa, ya es posible tropezarse cada mañana, entre las pilas de ropa vieja (crisálidas de habitantes callejeros), olorosas bolsas de restos orgánicos y demás, equipos computacionales, de oficina, de música y otros en diversos estados de obsolescencia, conservación e integridad. Computadoras y sus abandonados diskettes, huérfanas impresoras, amarillentos teclados; cadáveres descuartizados de lavadoras y cocinas; motores de todo tamaño y uso, y sus partes; misteriosos circuitos integrados de coloridos cables.

Aún no me he encontrado a ningún experto agachado armando un walkie-talkie de las diversas piezas; más bien, de hecho, cuando alguien interactúa con ellas está despedazándolas a golpes contra el suelo para extraerle secretos, chispas de vida, o cobre para reciclar. Pero algo es algo. Sueño despertar un día y ya no necesitar ir a una tienda a por repuestos para los equipos de casa. Revolver un rato la basura será la solución.

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¡Cambalache de Relectura!

Ayer vi en el sitio de Relectura, ese sitio de amantes y promotores del libro, la lectura y los escritores, que quedan pocos días para la actividad que han organizado en Chacao, el intercambio de libros. En sus palabras:

Te preguntas qué hacer con esos libros que no quieres tener más en tu biblioteca porque ya los leíste, no los vas a leer jamás o los tienes repetidos. El martes 7 de agosto, a las 7:00 pm, en el Centro Cultural Chacao, ReLectura invita a toda la comunidad lectora a nuestro primer intercambio de libros: ¡Cambalache! Trae lo que te sobra y encuentra lo que te falta.
Hay que registrarse como usuario en su foro para, si deseas, colgar la lista de los libros que llevarás, y revisar las que ya han publicado. Yo corro a hacer lo propio, cosa de tratar de reservar algunos "lomitos" a los que ya publicaron.
¡Eso va a estar bueno! Más información, en el foro de Relectura.

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t-5


Y bueno, falta menos. Este viernes es el estreno de la esperada (¿por qué tantos años?) película de Los Simpsons. Para la cual, por supuesto, ya tengo los boletos.

En la fiebre por la espera estuve revisando el site de la película y, como otros cuantos blogueros, creé mi avatar allí. Compárese con la imagen que publiqué en diciembre, especie de proto-springfieldiano de plastilina construido para el nacimiento que se hizo donde trabajo. ¿Alguna semejanza?

En fin: dense una vuelta por allá para ser simpsonizados...

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Pal perfil, again

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Valentina Quintero a la Real Academia

No, no es una noticia: es una propuesta.

Esta inquieta y dicharachera comunicadora ha hecho un valioso aporte al idioma que deja atrás su gran trabajo por la difusión de los más secretos y valiosos sitios turísticos de nuestro país. Hablo, por supuesto, del uso del adjetivo solidario como sinónimo de barato o razonable (refiriéndose al precio de un producto o servicio).

Seriamente, ¿no se han dado cuenta de que, prácticamente para todo el mundo en Venezuela, algo solidario es algo que se puede pagar, que no está caro? Y me atrevería a decir que no todas las personas que usan la palabra con ese significado saben de Valentina y su programa de TV, Bitácora, o su columna Manual de Ociosidades, su Guía turística o tantas otras exitosas iniciativas. De hecho, yo mismo no solía ver el show de TV. Pero absolutamente todos entendemos cuando alguien nos dice quédate en tal hotel, o compra en tal tiendita, que tiene precios solidarios. Y esta mañana viendo el periódico me conseguí el término en un aviso, describiendo ya no recuerdo qué —pero ciertamente nada asociado con turismo o alguno de los productos de esta industriosa mujer— y me di cuenta de que verdaderamente forma parte ya de nuestra lengua coloquial hablada y escrita.

Cuando uno se va al mataburros de la RAE, éste nos informa que solidario es "adherido o asociado a la causa, empresa u opinión de alguien". Pero... ¿barato? ¿de precio razonable? Vuelves a darle vuelta a la definición del libro y... sí, lo entiendes. Lo que esta mujer ha hecho con el vocablo es darle una vuelta acrobática que le asigna una serie de significados muy ricos: cuando oigo precio solidario veo las posadas y negocitos de los pueblos del interior, veo acuerdo para progresar, colaboración entre servidor y servido, actividad pujante, solidaridad de visitado y visitante para mutuo beneficio... te pongo un precio solidario pues estamos asociados en una causa o empresa común: el país, la región, progresar, echar pa' lante.

La foto es de su website, visítenlo.

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¡Hola... desconocido!

¿Alguna vez se han preguntado por qué uno —así, de buenas a primeras— saluda a alguien a quien sólo conocen de vista, cuando se lo consigue por casualidad en otro sitio ajeno al sitio de donde siempre lo ve?

No sé si les sucede como a mí. Pero suele ser, bueno... entre gracioso y embarazoso. Puede tratarse de un vecino de calle que te cruzas siempre en tu camino a casa. O alguno de esos cuatro amanecidos que esperan el Metro siempre a la misma hora contigo. Una vendedora o un vigilante que ves todas las veces que vas a casa de tu mamá. La clave está en que, primero, el encuentro sea más o menos regular; segundo, que sea tan fugaz e impreciso que nunca haya mediado más que una mirada, tal vez medio incómoda, de reconocimiento.

Entonces estás un día en otro lugar —el último donde recuerdo que me haya ocurrido, por ejemplo, es la playa— y te cruzas con dicha persona de nuevo. ¡Y la saludas, o te saluda!

Uno de repente se siente como un actor entre escenas: se supone que tu personaje y el del otro actor (los que interpretan cuando se ven, en el lugar de siempre) no se conocen. O no deben conocerse, según el guión. Tal vez los dos son extras. Pero ahora, extraídos de la "escena", son un par de colegas. ¿Qué tal, cómo va el trabajo?, se pueden decir tal vez. ¿Cuándo entramos de nuevo al plató?, tienes ganas de preguntarle; pero usualmente, si hay conversación, es ligera e impersonal. De cortesía. Inocua, salvo quizá por una dramática consecuencia: ya no serán desconocidos en el próximo encuentro regular. Los personajes se conocen en la próxima escena.

Otra perspectiva: tal vez, al menos en algunas de esas ocasiones, lo que ocurre es una reacción medio involuntaria, natural, que tienes cuando ves una cara conocida en un ambiente lleno de anónimos. Mientras tu cerebro intenta poner esa cara en su contexto usual, el momento se te abalanza encima y de repente ya has saludado, de lo más fresco, al portador del rostro, cuando caes en cuenta: ¡pero si a este no lo conozco, sólo lo veo de vez en cuando! En fin... quedarás como un tipo amigable, o como un "salido" para algunos, y entonces nada cambia en "la otra" película: siguen siendo dos extras. Cobrando mínimo.

Pero esta segunda explicación encierra el peligro de que, una vez recuerdes de dónde conoces al saludado, te des cuenta de que... ¡es un indeseable! Una ex que te odia, un cliente con el que discutiste acaloradamente, un imbécil de tu oficina que se cree la gran cosota o que jura que tú te crees la gran cosota. La idiota que no quiso bailar contigo en el cumpleaños de tu tía. Alguien, en definitiva, a quien no soportas y no saludarías en su natural contexto...

Escribiendo para mi otro blog una descarga sobre la gente que no saluda, aludía a uno de esos maleducados y malencarados, un mensajero de mi trabajo, cuando me acordé que precisamente con él me sucedió algo así... ¡No te responde un saludo ni que le pises los callos al pasar! Pero un sábado nos cruzamos por la plaza, cerca de donde vivo —andaba él, por cierto, aparejado; tal vez eso influyó— y se sonríe y me saluda como un pana de toda la vida... ¡¿Qué pasó aquí!? me pregunté, clavado donde estaba. ¿Será algo en las condiciones en que normalmente nos vemos? ¿Protocolos distintos, un cambio climático, se acerca el fin del mundo tal como lo conocemos? ¿Andaba feliz, drogado, o luciéndose con la costilla? No... lo fui comprendiendo de regreso a casa: tuvo una de esas lentas reacciones cerebrales... el momento se le abalanzó encima y, cuando ya me había saludado, pues sólo entonces... ¡Je, je, je!

Pero yo, tranquilo: en esta película de la rutina, nuestros personajes siguen siendo "Tipo que pasa del ascensor al pasillo #1" y "Mensajero que a veces está en los ascensores #3"...

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No leerla de noche y por partes

Tengo últimamente una especie de problema de fijación, tal vez exacerbado por la manera espasmódica moderna de leer y de ver —revistas y blogs, videoclips y noticieros— que hace que pierda la atención ante un argumento demasiado largo, o demasiado complicado, sobre todo si no lo logro resolver en unas pocas sesiones. Cuando me embarco en una labor de lectura de largo aliento (descubro un blog buenísimo con bastantes entradas antiguas, agarro un sesudo artículo en una revista), trato con toda mi alma de cepillarme todo lo que pueda ahí y en ese momento. De no hacer esto, el interesante contenido corre el riesgo de caer en la pavorosa cola de pendientes de la que quién sabe cuándo saldrá.
Esto es un inconveniente cuando el tiempo que tienes para leer es un rato cada noche, y durante ese rato te da sueño a las pocas páginas.

Así que quizás ese problema fue lo que me hizo no disfrutar plenamente de esta novela que compré en diciembre, Lunar Park de Bret Easton Ellis.
Un argumento que me capturó en un primer momento revisando la cubierta en Nacho, y que me mantuvo interesado con sus primeros capítulos ya en casa, se me fue perdiendo entre situaciones a veces reales y a veces oníricas (en la trama y en la realidad: a veces no sabía si estaba leyendo o me había quedado dormido), muy calmadas y explicadas, que me parece que hicieron perder fuerza a la historia en general.
O tal vez esa historia original se fue por derroteros para mí difíciles de seguir. Los primeros capítulos, de hecho los que me tenían atento, esbozan una autobiografía casi totalmente real. Allí es donde Ellis se dibuja en toda su decadente gloria, y hace un repaso por lo que configura su vida actual: fiestas donde circulan las drogas y los contactos famosos o millonarios, alumnas de su clase, una de las cuales es su amante, una esposa actriz desconectada e histérica, un hijo que lo llama Bret y una hija que insiste en que su muñeco de peluche ha cobrado vida. Y una novela que está escribiendo.
Cuando se desencadena todo el meollo de la novela es cuando empiezo a perderme. Comienzan a desaparecer muchachos de la edad de su hijo. Ocurre una serie de asesinatos escalofriantemente parecidos a los que describe él mismo en su American Psycho. Lo ronda un sujeto a imagen y semejanza de su Patrick Bateman, a bordo de un Mercedes como el que tenía su padre, con quien nunca se comunicó del todo bien y que ahora después de muerto parece enviarle mensajes de múltiples y sutiles formas. Su casa empieza a mutar y parecerse a la que habitaba cuando niño. Su perro lo odia, la esposa lo lleva a terapia matrimonial, lo persigue un peluche asesino.
Todo se sucede en diferentes planos de realidad, o en lo que parece ser interpretaciones distintas de la misma realidad, sea que se haga bajo un estado de drogadicción avanzada, o en sueños, o bajo una paranoia que que debe resolverse poniendo claros ciertos asuntos del pasado. Su pasado real y los pasados de sus ficciones.

Y es ahí donde quizá juega un papel importante leer esta novela en un estado de concentración definitivamente distinto al que yo le otorgué. Detalles que pueden haber sido considerados la clave con la que descifrar situaciones posteriores, se me escapan. Los domésticos misterios develándose en una suerte de pasmoso suspenso se me hacían más bien efectistas. Y mezclar los distintos estados de conciencia del autor, del protagonista y los míos —en los que predominaba un cálido duermevela— ya fue demasiado: no ayudaba. Para cuando desenlaza el gran problema existencial de Easton Ellis con su pasado, ya casi no me importaba...

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¿Lo reconocen?

©Warner-Bros Pictures

Y cómo no...
Pues es la versión para el cine del Mach 5, el famoso vehículo del inefable Meteoro, cuyas aventuras ya empiezan a preproducir nada menos que los hermanos Wachowski en Berlín esta semana. La película Speed Racer se estrenará en mayo de 2008. La Christina Ricci será Trixie (es igualiiiita), ¡y el carajo que hace de Jack en Lost es Rex, el hermano de Meteoro!
Así que hay que esperar una puesta en escena alucinante y unos efectos más allá de todo pronóstico de estos fritos que parieron Matrix... aunque han dicho que esperan hacer una película cálida, familiar, para todo público (si hasta Jonh Goodman aparece). Veremos.
Sinceramente, ya no quedan sino unos pocos shows de TV y alguno que otro cómic no depredado por el cine... ¿¡Dios, no hay nada sagrado!? ¿Qué viene después? ¿Maguila Gorila vs. Terminator? ¿Lorenzo y Pepita, la película? ¿Condorito I: The beginning?
Sólo esperemos que no desvirtúen la historia que recordamos, y resuelvan el gran misterio que siempre reinó en la serie: ¿cuándo se enterará Meteoro que su hermano... ¿qué tanto hacían Chispita y el mono en la maleta del carro?

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¿Leer en orden, leer con método, leer con un propósito?

Estoy haciendo una lista de libros que podría encargarle a una compañera de trabajo próxima a viajar a Buenos Aires —ironía: reviso los potenciales candidatos y veo que la gran mayoría está editada en... Barcelona, de donde acabo de regresar de vacaciones. Y allá lo que hice fue comprar cómics como poseso, y unos pocos libros al azar— y me doy cuenta de que tres son sobre guerra —la Primera, la Segunda, una civil— y uno de Ciencia Ficción. Nada acerca de lo cual creía estar especialmente interesado actualmente. Pero se ven buenos en las críticas que leí.
Actualmente leo Lunar Park, novela donde el autor —ícono de la crítica al american way, a los vicios modernos y al éxito rutilante que esclaviza y enajena— escribe sobre un vicioso autor moderno —su homónimo— , enajenado por su éxito y súbitamente acosado en la vida real por sus propios personajes y los hechos de sus libros.
Nada que ver con la lista de encargo.
Antes de este, me cepillaba un librito jugoso como una fruta robada, que disfruté bastante a pesar de que —o quizá porque— no se parece mucho a mí: un manifiesto destemplado, grosero y existencialista de un autor colombiano al parecer parejamente elogiado y "puteado" para ponerlo en sus propios términos. Una novela que me arranca carcajadas y bostezos, que quizá me presente problemas para clasificarla o recomendarla, y que de seguro leeré otra vez más adelante.
Nada que ver con todos los anteriores.

El punto es que veo todos estos libros, y los que están en la larga pila de "pendientes", y no veo... un curso, un camino, o un llegadero; ningun orden o lógica subyacente, conciente o inconciente, sistemática o caprichosa, que guíe o refleje lo que leo. ¿Y debe haberla?
Cuando tomo un libro y de alguna manera enumero los factores que me hacen decidirme a leerlo (y pueden ser tantos y tan disímiles: este carajo me lo recomendaron; alguna vez le di vueltas a este tema; mira, el Nóbel ese; ya tengo algo leído de este tipo, tal vez entienda algo por fin sobre este tema; escribe como Dios; está barato; ¡me atrae la portada!; se habla mucho de este; no puede ser que no he leído a tal; quiero escribir como él; larguísimo etcétera), a veces intento, si me ha gustado, buscar algo similar pues podría ser también interesante. Entonces se multiplican las posibilidades: ¿Más de este autor, o más de este tema? ¿Uno de estilo similar o alguno que lo contraponga? ¿Tal vez un paisano, o un compañero de generación? De cada obra que uno termina de leer salen mil hilos invisibles hacia otras tantas experiencias posibles... ¿Qué leer después? ¿Y por qué?
Conocí a un muchacho, encargado de una librería para más señas, que me declaró (creo que ante una duda entre dos libros que yo quería comprar, no recuerdo) con la seguridad de quien tiene ya su norte, es que yo sólo leo latinoamericanos. ¡He ahí claridad! ¡Método, objetivo en la vida! Tal vez un poquito de estrechez de visión (¡y no estoy diciendo que el conjunto de la lit. latinoamericana sea pequeño: es toda una cosmogonia, pero es aún un subconjunto), tal vez verdadera vocación de investigador, quién sabe si una metódica mente. Quizá sólo un granito de fanatismo racista por ahí.
Pero el caso es que lo envidio un poco. Tener un camino trazado te da un poco de seguridad, e incluso debiera mejorar la experiencia lectora: un clásico ya digerido te dará el piso para disfrutar aquella obra que lo celebra o reinterpreta; leer a un autor cronológicamente te deja ver su evolución o crecimiento. Hay libros que no llegan a tiempo, otros se adelantan: alguno que otro que recién comprado lo dejo a medias porque "no lo entiendo" o "no me entra", se relee unos años después y algo hace clic: ahora sí; después de muchas otras experiencias sí.

La culpa, digo yo para quedar tranquilo, es de los miles de impertinentes que se empeñan en escribir, escribir, escribir. Más y mejor. Y el manual de instrucciones, perdido...
Y de uno, que no puede tener 28 horas diarias ni 245 años de vida para trasegar todo aquello con un mínimo de compostura, método o provecho.
Y de los amigos, con sus bibliotecas a la orden, abiertas afrentas a la tranquilidad del espíritu.
Ah, y de Rafael Osío, que no deja de recomendar. Y la pega con una frecuencia...

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Una lista ahí, a la derecha -->

Como no dejo de revisar blogs ajenos —qué vicio, no te deja tiempo pa' ná— encontré el de un Luis Bond Álvarez Guillén, Blue Fields, un escritor/cineasta/estudiante de periodismo que se lanza unas excelentes parrafadas acerca de cine (sobre todo; es su campo), libros, reflexiones and whatnot, bastante recomendables. Hete ahí el linko.
El caso, empero, es que ví en esa bitácora una lista, "En la actualidad", contentiva de cuanto el autor está consumiendo o haciendo: libros, películas, proyectos... Me pareció pero que muy buena, un Twitter of sorts, y me la copié.
Así es: podrán observar allá, bajo el cuadrito de Flickr, la lista (un primer bosquejo) de cuanto consume mis ratos —además de esto que se supone que hago en esta oficina: el empleo.
Espero sin embargo no quedarme allí en cuanto a esos ítems listados: ya estoy preparando un post sobre ese libro de Easton Ellis, y la idea es que comente algo también de cada película, o libro, o canción, o blog descubierto, etcétera. Que hay que hacer ejercicio con estos dedos y estas teclas, joder. Y que este blog se va a morir de mengua si no...

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Planeta de repuesto

Pues descubrieron un planeta de características similares a la Tierra. Dice la noticia que dadas su temperatura y composición, no es demasiado especular que pueda darse agua y vida allí. Vida humana, sin embargo, pues quién sabe:

  • el planeta está "relativamente" (en astronomía, ya sabemos) cerca: veinte años luz y medio. Supongamos que desarrollamos la manera de viajar a casi la velocidad de la luz, sin alcabalas de la Guardia Nacional, borrachos manejando o compra de pasaje en La Bandera: de todas maneras llegaremos unos veinte añitos más viejos, lo que no me hace demasiada gracia;
  • la temperatura estaría entre 0 y 40 grados celsius, dicen que soportable, aunque lo mismo decían de Caracas y ahora mismo no hay quien aguante estos calorones;
  • orbita su estrella, Gilese151, en trece días. ¡¿Quéee!? Llego más viejo y además cumplo años cada dos semanas? Nooo, gracias...
  • la gravedad en su superficie es 2,2 veces la terrestre, así que veamos: cincuenta y pico de años (y contando), mas el alma (y el c...) pesándome el doble... Un paraíso, definitivamente;
  • y su radio es una y media veces el de nuestro planeta. Genial. Además, todo queda más lejos.
Con todo y buhoneros, alcalde, calor y demás males, creo que mejor no me anoto en la lista de los pioneros a visitar el tal planeta...

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Si te gustan las malas noticias...

...esta es una buena. Modest Mouse sacó al fin nuevo disco, We were dead before the ship even sank. Espero impaciente a Madre, que anda por Florida de visita a mi hermano, a cuya dirección ordené este CD por Amazon.
Para ser sinceros, ya escuché algunas cancioncillas por ahí, y me parece que siguen Isaac Brock y sus secuaces en su desfachatado estilacho de conmisera¿bles? bravatas claseobrera, un gustazo.
Daré entonces —quizá— la próxima semana un descansito al poderoso Good news for people who love bad news, ese excelente disco anterior al que siempre saco nuevas lecturas y donde anidan tantos inusitados relámpagos poéticos entre rabiosos riffs, destemplados coros de bar e himnos de perdedores optimistas.

I know that starting over is not what life's about.
But my thoughts were so loud I couldn't hear my mouth.

My thoughts were so loud I couldn't hear my mouth.

My thoughts were so loud.

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Hello,

I'm back.

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Y... ¿quién quiere ser vulnerable?

"One of the things I've learned about fiction —you really do lay yourself open in a way that no other so-called creative artist does. Most other art you're just exhibiting a particular talent, even poetry up to a point, but by writing fiction you expose not only your talent but your whole being, your social, sexual and psychological being and you're never more vulnerable than when you do that, and I'm well aware of that fact and will take it into account."

Martin Amis
(aunque yo lo tomé del encabezado de uno de los numerosos blogs
de Roberto Enríquez —Bob, "
lector, escritor, consumista y fetichista"—,
cada uno más adictivo que el otro)

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Fácil

Encontré el otro día en el periódico un artículo interesante sobre procrastinar. Me puse a guglear y hallé más referencias, hasta que armé un pequeño dossier sobre procrastination: su definición, sus causas, consecuencias, maneras de evitarlo.
Imprimí en un práctico booklet todo lo que encontré, de manera de tener a mano todas esas valiosas técnicas para sobreponerme a mi proverbial tendencia a procrastinar. Estaba decidido a seguir, como fiel miembro de AA, los pasos que me liberarían del yugo terrible de mi defecto.

Allí está sobre mi escritorio, el librito. Tengo que encontrar un rato libre (y las ganas) para leérmelo. Maybe later...

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